miércoles, 25 de agosto de 2010

Asado VII : La conspiración de las cerraduras.

Fue el 23 de julio. Se conmemoraba además de la celebración ritual del asado, un año del comienzo de los mismos. Un día del amigo.
Pero lo que se auspiciaba como uno más de nuestros encuentros carnívoros y cada vez con más entusiasmo, tuvo un comienzo casi nefasto.
Casi porque si no fuera por el nerviosismo, ímpetu, brutalidad, derroche de medios y abuso de herramientas no se hubiese podido ni siquiera empezar la celebración.Es porque la parrilla estaba justo de un lado y nosotros del otro. Se interponía una no tan pedoncha puertita de hierro y chapa con una férrea cerradura que se enconchó y quiso hacernos la noche imposible. Pero no contaba, o no vió, porque como es cerradura tiene un solo ojo, que detrás de Chita había tres seres, uno más impetuoso que el otro en este orden: Águila, Tatú y Murciélago.
Ante la posibilidad de quedarnos sin poder acceder a la terraza comenzamos nuestra tarea. Al principio fue delicada, casi de cirujano, aunque más parecíamos cacos queriendo entrar a una finca ajena. Pero al no avanzar en los resultados (la cerradura ni se mosqueaba) ni con una percha, ni con un destornillador finito, ni con un cuchillo Tramontina, fuimos por más y a medida que cada uno se agotaba, el que estaba detrás lo apartaba al son de un: ¡correte, dejame a mí! Y con una herramienta más contundente cada vez, claro.
Así llegamos a recurrir a ese dúo tan eficaz: Maza y Cortafierro, que no son dos payasos amigables. A fuerza de rítmicos golpes y consecuente caída de revoque, logramos que la cerradura se rindiera y entregase su pestillo.
Raudamente comenzamos con el armado de la parrilla, encendido del fuego y demás.
Al rato cayó el León Wibar, quien al abrir la puerta de calle a los restantes no contó con otra cerradura sin mantenimiento y correspondiente llave desconocida. Resultado: cerradura trabada. Resto de habitantes de la propiedad horizontal aislados. Por suerte es un león mañoso y habilidoso por lo que después de un buen rato logró recomponer la cerradura. Igual me acaban de informar que no sirve más.
En fin, lo demás transcurrió de manera normal. Si es que se le puede decir normal a una noche de confesiones que en realidad no aportaron nada, sino la reafirmación de que los amigos / hombres somos caballeros y a pesar de los años y los caminos de cada uno nos seguimos respetando y riéndonos de nosotros mismos con cualquier cosa. Cualquier cosa.
Venga ese Asado VIII cuando quieran!

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